top of page

Me Enamoré & Cambio Mi Vida

  • Miranda Sánchez
  • 3 mar 2018
  • 6 Min. de lectura

Primer artículo ganador para la propuesta de febrero del Club Escritor

Todo comenzó en agosto de 2016. Un día como cualquier otro y en el cual, como menos imagine, surgiría una historia que jamás esperé me llegara a marcar tanto la vida.

Asistí al colegio, pareciese transcurrir con normalidad, aburrido, monótono; hasta que un muchacho (bajito, algo delgado para su contextura, con un cabello café -bastante desaliñado-, y la mirada más profunda que he visto), cruzó la puerta. No sabía quién era. De alguna forma, comenzamos a hablar; cuando me percaté estaba acariciando su cabello y, al levantarlo, vi una cicatriz en su frente; se aparto con una mirada apenada -la intriga creció en mí-. Él vino a Costa Rica por invitación de una conocida mía a su hermanita, para celebrar un 15 años y conocer el pequeño pueblo en que vivimos, así que vino a cuidar de ella. La celebración se dio el día siguiente aunque yo no había sido invitada, pues claro, apenas era una conocida. Repentinamente recibí un mensaje de un número desconocido, al abrirlo, era él. Un "Hola Miranda" y una foto suya me hicieron ponerme tan nerviosa que no sabía qué contestarle.

Para su último día en Costa Rica iban a salir a comer en la noche, los tres junto con otros amigos de mi conocida. Él me pidió ir, no quería sentirse raro o aburrido entre ellos, dijo que conmigo estaba cómodo. Asistí. Entre risas, comida, música, juegos, pasamos el rato. Al caer la noche, ya debían irse, su vuelo salía temprano en la mañana, debían descansar. Nos despedimos. Nos unimos en un abrazo tan fuerte que nos perdimos en el tiempo, ninguno de los dos quería soltar al otro, entre toda la gente del lugar, él quería estar solo conmigo y yo con él. Fue la noche que más he querido que dure en toda mi vida, que las horas no transcurriesen, que el tiempo se congelara, simplemente para poder estar con él, que el momento fuera eterno. Esa fue nuestra única oportunidad de estar juntos.

Al regresar a su país, Colombia, seguimos en contacto. Poco a poco lo fui conociendo, ganando su confianza, descubriendo al chico más interesante que ha podido pasar por mi vida. Lo bueno siempre viene acompañado de algo más. Y ese algo más estaba destruyéndolo, poniéndolo en peligro, uno que lo vivía sólo él, un asesino que muchos no pueden detener: la depresión. Toda su vida había luchado contra sí mismo, contra los juegos que su mente le preparaba (y le llevaba gran ventaja), contra lo que muchos minimizan o ignoran. Días después de haberse ido, en un momento de desesperación al no saber cómo llevarlo, intentó quitarse la vida. Tras dificultades, mucho dinero, psicólogos, viajes a otras ciudades, tiempo y apoyo, se recuperó, poco a poco. Con caídas, altibajos; pero siguió, lo intentó.

Al tiempo de ir curando heridas, comenzamos a descubrirnos más. Nos hablábamos de todo, sin penas, sin límites, sin precisas. Nos fuimos conociendo tan bien el uno al otro, que cada día nos sorprendíamos, cada día era algo nuevo, cada día me enamoraba más de él, de quién era y qué aspiraba a ser, sin necesidad de contacto físico, sin necesidad de tenerlo conmigo, solo ser parte del viaje mientras nos íbamos conociendo a nosotros mismos por medio del otro. Pero claro, él nunca supo el amor que sentía por él, no podía decírselo.

Como todo, cada cosa buena trae su lado malo. Comenzamos con las discusiones, los choques de personalidad, las diferencias de pensamiento, la inmadurez, él tenía 18 y yo 16. Al recuperarse poco a poco de su enfermedad, cayó en otros vicios: las chicas, las fiestas, el alcohol, y más chicas. Entre discusiones, nos apartábamos el uno del otro de vez en cuando. Nos dejábamos de hablar, los celos me jugaban malas pasadas, ya que debía reprimirlos porque era ilógico que él se diera cuenta que me enamoré de la peor manera, de su peor yo, de su parte oscura, de una manera tan profunda que ni más de 1191 kilómetros de distancia me harían sentir menos por él.

Muchas veces pasa que entre más pequeñas e insignificantes parezcan las cosas para los terceros, más importantes y representativas son para nosotros. Así lo puede ser una canción dedicada, unas palabras nunca antes dichas, un pequeño acto de amor.

Cuando te cortas, cuando te provocas una marca física, nunca se borrará, siempre seguirá ahí, sea visible o no lo sea, por dentro, seguirá siendo la misma herida, que sigue en proceso de sanación. Que lleva un largo proceso de olvido, que te seguirá toda tu vida. Esa soy yo para él, su pequeña cicatriz, una que, aún carga en su brazo derecho, la cual llamó con mi nombre, la cual aún no se cura, la cual aún lo persigue. A todos nos han dedicado canciones, unas mejores que otras, unas con significado acertado, otras quizás no. A veces, una simple melodía nos puede perseguir por días, semanas, meses e incluso, por años. Muchos no conocen la ecuación de Dirac, quizás otros sí, para algunos su significado toca lo más profundo de nuestro ser, a pesar de ser simplemente matemática. Su significado no es necesario explicarlo, este dice: "Si dos sistemas interaccionan entre ellos durante cierto periodo de tiempo y luego se separan, podemos describirlos como dos sistemas distintos, pero de forma sutil se vuelven un sistema único. Lo que le ocurre a uno sigue afectando al otro, incluso a distancia de kilómetros o años luz".

Entre conversaciones, entre palabras, entre momentos, entre fotos, entre distancia, entre tiempo, se enamoró de mí. Cuando yo comenzaba a rendirme, cuando comencé a aceptar que el destino no nos querría juntos, él cayó. Cayó justo cuando decidí avanzar, justo cuando decidí comenzar desde cero con otra persona. Fueron 9 meses, los más eternos de mi vida, al haber desaparecido de la suya sin despedirme, pero siempre mirando atrás. Siempre apareciéndome de vez en cuando para saber de él, hundiéndome en el dolor de una relación tóxica, manteniendome al tanto a escondidas, dañandolo sin darme cuenta, arrastrándolo de vuelta a su pasado, a su dolor, a sus viejos hábitos. Durante esos 9 meses, intenté olvidarme de él, apartar todo lo que me atraía de vuelta, haciéndome ideas en la cabeza que era no más que un capricho de la edad, que pronto lo olvidaría. Pero no creo que un capricho haya durado un año y siete meses. ¿O sí? Todo a mi alrededor, todo lo que pasaba, me hacía querer regresar a él.

La chica de mi país, por la cual lo conocí, viajó a visitarlo y a su hermana. De vuelta, ella me dió una pequeña cajita que venía de su parte. En esa pequeña cajita venían 4 cositas: un llavero de Spiderman, su favorito, el que había tenido desde muy niño, para andarlo siempre conmigo, para que cuidara de mi y de mis llaves como lo había hecho con él. Una púa, que también era importante para él, pues aprendió a tocar guitarra - y yo justamente estaba comenzando a aprender cuando él la envió -. Una pulserita con los colores de Colombia, para siempre recordar dónde mi corazón pertenecía y que iba a haber alguien esperando por mí. Y por último, lo más importante, su olor. Dentro de toda esa cajita, venía un olor, un olor tan delicioso que jamás podría olvidarlo. Era su olor. Su perfume favorito, el que usó en nuestro primer y último abrazo. Para nunca olvidarlo. Así cada vez que me sintiera lejos de él, abrazara una almohada, oliera la cajita, y recordara nuestra despedida. Después de haber salido de una relación tóxica, de tomar valor, de comenzar a ver las cosas madurez, intenté regresar. Sí. Solo intenté. Él se había ido, había decidido seguir su camino, seguir la felicidad que le arrebaté. Intentar con una chica que, al igual que yo, había ganado su corazón y gustaba todo de ella. Yo lo dañé, lo dejé vacío, le dejé una herida, una que aún no se cura, una que nadie podrá sanar. Al final, no todo es triste, a veces, las lecciones de la vida nos hacen comprender que no siempre se puede tener todo lo que queremos cuando lo queremos, muchas veces, es necesario dejar ir, dejar el egoísmo de lado y permitir a la otra persona avanzar. Ser feliz, incluso si eso implica no estar más en su vida. Conocer otras personas. A veces, eso que nos parece tan doloroso en el momento, nos da una razón para dar un paso adelante, para realizarse, para comenzar a amarse a usted mismo sin necesidad de que alguien esté con usted, para aprender a sanar sus heridas solo, pero siempre guardando ese lugar especial en su corazón para esa persona que tuvo todo de usted.

Siempre se vuelve a los lugares donde se amo la vida y quién sabe, puede que la vida me esté preparando para esperar por él, o quizás para dejarlo en definitiva. Después de todo, lo importante es amarse lo suficiente y ser fuerte para lo que venga, para lo que deba ser.

Seguí a Miranda en Instagram aquí

Imágenes por Sammy Slabbinck


תגובות


EL MEJOR BOLETÍN EN EL MUNDO ENTERO

bottom of page